miércoles, abril 02, 2008


















Días extraños los que estamos atravesando. Para aquellos que ya tienen varios años el escenario se reconoce. La primer rebelión importante de la época K ya tomó forma y amenaza con reducir de forma importante el poder político acumulado de Cristina. Más allá de que el torbellino comienza a dar señales de diluirse, las consecuencias de este episodio son aún indescifrables. Aunque así y todo es evidente que las formas de generar consenso y la modalidad del gobierno serán distintas de ahora en más.

Más allá de que el tema político es relevante. Voy a focalizar en el tema que, de alguna forma, me compete: la tecnología y las comunicaciones. En el conflicto que se generó entre el gobierno y sectores del campo estas dos dimensiones están presentes y configuran la infraestructura que soporta el comercio de los productos. Claro está que al hablar de "comercio" las consideraciones se tornan abstractas y no permiten identificar los actores en conflicto.

Lo primero que llama la atención es que en un país con la capacidad productiva como éste, con la gran industrialización (máquinas diversas) que tiene el campo, a veces se pierde la perspectiva de que el sector del campo es uno de los más tecnificados del país. La razón es evidente: uno de los mayores productores agrícolas del mundo, como es Argentina, necesita de una infraestructura técnica e industrial acorde a estos objetivos. Y como las problemáticas del agro resultan chino básico para un bicho de ciudad, a veces damos sentido el problema a través del imaginario más próximo que tenemos. Sin dejar de admitir que todos sabemos que el campo es un campo moderno, aun pensamos que el productor trabaja, vende, lleva sus productos al mercado y los vende. Sin embargo, esta cadena productiva esta fragmentada y cada una aporta valor al producto final. De hecho, cada fragmento puede mostrarnos distintos actores.

Pero qué pasa con el trabajo y la rentabilidad de los productores cuando ponemos en la balanza la especificidad en términos de máquinas y de transporte. Alfredo Zaiat, periodista de economía de Pagina 12, grafica claramente cómo se evapora el capital para el productor pequeño en la cadena productiva: "El pequeño y mediano productor agropecuario es exprimido en el recorrido flete-acopiador-exportador por esos gigantes de la intermediación entre la producción y el consumidor mundial de cereales y oleaginosas". La razón es debido a que "Apenas tres gigantes mundiales concentran del 45 al 50 por ciento de los despachos al exterior de la cosecha argentina: Cargill, Bunge y Dreyfus". El negocio no puede ser mejor. El pequeño productor, mayoritario en el sector, vende a estos grupos concentrados su producción en pesos devaluados, y paga parte de los insumos en dólares. A esto hay que agregarle el alquiler de sus parcelas a precio dólar. Y como las retenciones se cobran al exportador, estos grupos terminan descargando los costos sobre el productor, que debe cargar finalmente con estos aumentos.

O sea, ya sea porque debe pagar los insumos, el alquiler y el transporte, el pequeño productor carga con el alza de los productos generados por la inflación y además con las nuevas retenciones. Una vez que el grafico queda formalizado aparecen actores que hasta el momento no fueron prácticamente mencionados. Por un lado, el gran terrateniente que alquila sus tierras a precios internacionales obteniendo una rentabilidad pura sin trabajar. Por otro, los grupos que conforman el oligopolio mencionado. Y otro tambien importante es el que controla los insumos. En este ámbito, la transnacional Monsanto es un pulpo que controla el 60% del mercado de cultivos transgénicos (soja RR y similares), según Zaiat.

Y nuevamente lo cito: "otros importantes actores que también concentran gran parte de la renta agropecuaria han quedado ocultos detrás del piquete de pequeños y medianos productores. Esos integrantes del negocio agrario pasaron a ser parte de la actividad con la nueva organización productiva a partir de los transgénicos y la siembra directa. Son las transnacionales proveedoras de insumos de base científica y sus centros de servicio (Monsanto, Syngenta, Bayer, Hoescht), la red de semilleros locales (por ejemplo, Don Mario), los fabricantes de fertilizantes (Profertil y Petrobras), los grupos empresarios locales (por caso, Los Grobo, El Tejar) y los contratistas, que son proveedores de servicios que se mueven a lo largo de todo el territorio".

De manera que los insumos, las máquinas, el transporte.. todo suma generando una situación que el pequeño y mediano productor no pueden sostener. Porque en el fondo, el problema no es la tecnología sino el papel que desempeña el Estado a la hora de distribuir la renta agraria, a la hora de socializar las ganancias. Identificando a los actores, salta que la cadena productiva no es transparente. Las ganancias aumentan a medida que la soja se cotiza como oro en el mercado mundia, es verdad, pero la gran concentración de la tierra y de los servicios ligados al sector genera un conflicto donde los actores son variados y con problemáticas distintas.

Surge, de todas formas, el dilema del por qué se asocian entonces los verdugos con sus victimas... Que las cuatro asociaciones del sector se hayan unificado muestra las paradojas y contradicciones del campo. Por un lado, Cristina parece haberles brindado el libreto perfecto para que las diferencias se tornasen secundarias, y por otro hay que preguntar sobre la calidad de los que representan a los sectores menos favorecidos. Vuelve Zaiat: "Eduardo Buzzi y Alfredo De Angelis, dirigentes visibles de la Federación Agraria (...) reinciden en el mismo error desde el comienzo del lockout patronal: ser la voz, el rostro y el sostén del piquete verde en beneficio de los intereses de los grandes jugadores del negocio de la soja y de la cadena agroindustrial. No han mencionado nunca el papel de los pulpos exportadores multinacionales, como Cargill, Bunge y Dreyfus, que exprimen a los pequeños productores. No han reclamado públicamente la necesidad de reinstalar la Junta Nacional de Granos, que permitiría a esos productores recibir un mejor precio que el fijado por los acopiadores - exportadores(...)".



Tecnología y transportes: el ingeniero francés Louis Armand fue el encargado de la modernización de la infraestructura ferroviaria de su país a mediados de siglo. Él pensaba que el progreso de las técnicas de transporte reduciría las cargas que estos imponen a la nación y que participaría en el enriquecimiento de las colectividades. Armand, nacido en 1905, era un convencido de que la técnica era un factor en el progreso de la humanidad. Y si uno focaliza en los dispositivos en conglomerado técnico moderno, no queda otra cosa que darle la razón: los adelantos técnicos son indiscutibles.

El problema es que la evolución de los mercados en el capitalismo moderno lo hubiera sorprendido por la alta concentración de las empresas que controlan el negocio estratégico de las tecnologías y los servicios a nivel mundial. Mientras que por otro lado, la Argentina del tren bala (mientras se carece de una red mínimamente correspondiente con un país productivo) quizás le hubiera generado algunos descarrilamientos en la lógica de su pensamiento.

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