miércoles, noviembre 23, 2022

Reflexión de media tarde: La decadencia argentina


Tomando mi te vespertino mientras reflexiono 

Como remarqué usando sólo el sentido común en anteriores posteos, nos encontramos en una crisis muy profunda que no sólo involucra la economía, sino que alcanza diferentes dimensiones que no se limitan a lo político. Esta crisis nos devuelve una respuesta contundente sobre la importancia que tiene el voto en el desarrollo de un país, sobre lo fundamental que resulta una ciudadanía informada, abierta a entender los problemas, a vislumbrar posibles soluciones que respondan a sus problemas, algunos acuciantes, otros no tanto pero no por eso menos importantes, que tiene la sociedad y el país en su conjunto.

Una vez más: no existen los salvadores, desgraciadamente hay déficits de estadistas en muchas partes del globo. Esto es importante no sólo para entender que delegar no significa dar todo el poder y la responsabilidad de gobernar a alguien sino darle la posibilidad de llevar a cabo lo que le propuso a la ciudadanía en términos generales. A veces un gobierno podrá avanzar en ciertos asuntos, otras no tanto y en algunas áreas nada. A veces podrá equivocarse y enmendar errores, otras insistirá hasta que la falta de beneficios para la sociedad lo fuerce a buscar otras alternativas, otras acertará pero quizás las consecuencias de un buen camino requieren de cierto sacrificio difícil de afrontar para la sociedad. En este ida y vuelta la sociedad va creciendo, enriqueciéndose de los errores y, al solucionarlos, encara nuevos desafìos y propone soluciones siempre sobre la base de cierto sentido común relativo a cómo funciona la sociedad en los hechos. En el medio, hay como siempre conflictos políticos, crisis, escándalos, hoy en día el ciudadano tiene herramientas inéditas en la historia para hacer llegar sus reclamos. Las sociedades son ruidosas y la política muchas veces es la actividad más ruidosa.

En Argentina no existe esta sociedad. Hace rato. Hay creencias fuertes y sobre esa base la sociedad define sus elecciones. Están los gobiernos "heterodoxos" o peronistas y los gobiernos "neoliberales". Son definiciones sin sustento en la realidad, narrativas sobre prejuicios que se refuerzan desde las agencias periodísticas satélites, desde la misma política o desde la cultura mediante el uso y abuso de personalidades "comprometidas" que se adaptan al discurso en boga. Durante mucho tiempo este conocimiento subrepticio permeaba el sentido común, armándolo de ciertos anticuerpos que permitían a la sociedad saber que semejante dicotomía rudimentaria era poco seria. Pero con la llegada del kirchnerismo al poder, esa defensa se fue diluyendo a través del ataque constante al sentido común mediante la expansión financiera y material de este discurso: compra de radios y de canales mediante el lavado de la corrupción, cooptación masiva de personalidades de la cultura mediante subsidios de todo tipo a la cultura y favores políticos y materiales de todo tipo a los alfiles de este discurso, amenazas y autocensura al empresariado y a todo aquel que ose desafiar públicamente este discurso. Todo ante la mirada defensiva, incluso derrotista, de la sociedad ante este avasallamiento. 

El famoso discurso de la grieta, que en un primer momento sirvió para mencionar este fenómeno en el que, por un lado y como cuestión fundamental, encontramos gente totalmente cooptada por el discurso k, un discurso que linda con el sectarismo religioso y, por otro lado, de gente alarmada ante el fenómeno cada vez más intenso y latente tanto en el escenario político como en los vínculos más íntimos. Gradualmente "la grieta" perdió su rudimentario significado para dar cuenta de una "división" en la sociedad basada en "extremos". Entramos en el terreno de la equivalencia. Esos extremos ahora hacen referencia a dos demonios que si bien parecen distintos, serían las caras de la misma moneda: el extremismo de "derechas" y de "izquierdas". El macrismo y el kirchnerismo. Un discurso que claramente invisibiliza el fenómeno social que el término intentaba denunciar en un primer momento, dejando sin armas al discurso político no kirchnerista. 

Pero cuando un discurso tan psicopático y tóxico pasa a ser el discurso político hegemónico en un país, un discurso que enarbola mitologías peronistas de diferentes épocas (Evita abanderada de los pobres, la juventud idealista de Montoneros, Perón el que otorgó derechos a los trabajadores, etc.) y que diviniza la figura de su líder, un elemento esencial que permite, al modo en que Laclau lo soñó, el amalgamiento de diferentes sectores sociales dentro del kirchnerismo. Cuando un discurso de esta naturaleza se transforma en el sentido común de un país, las consecuencias para su futuro se hacen evidentes. La crisis de hoy en día, que amenaza con expandirse e intensificarse aún más en los próximos meses, es la factura que deberemos pagar todos por la implementación de las mismas medidas fallidas que una y otra vez repite el gobierno actual, elegido en elecciones mediante el voto consuelo de la población, sumida ya sin defensas en el cinismo de un voto "castigo" que abre las puertas una y otra vez a lo peor de la sociedad. Miles de muertes por COVID que se podrían haber evitado (ya sea mediante la corrupcion del vacunatorio VIP, las trabas burocráticas a las vacunas más serias por ideología, etc.) , muertes por implementación de cuarentena medieval a través de medidas represivas en todo el país, ataque a los chicos mediante la anulación de la escolaridad presencial por más de un año con el apoyo de los sindicatos docentes, ataque masivo de políticos y periodistas a todo aquel que emitiera un discurso crítico contra dichas medidas, o intentara sortear dichas medidas, etc., etc. Todo esto en un país normal amerita el juicio político y/o el ostracismo de los partidos detrás de su implementacion. Pero no. No pasa nada. Es "la grieta" el problema. 

De manera que quienes aún piensan que esto es una crisis pasajera viven en un escenario demasiado optimista para ser real. Argentina comienza a experimentar la sintomatología de un Estado fallido, un estado vaciado de sus capacidades operativas, cooptado por intereses corporativos de todo tipo, y con una clase política parasitaria. Ojalá sea mi pesimismo (porque quienes con un diagnóstico similar buscan ser gobierno están obligados a tener una visión más optimista), que se nutre de la locura que el país vivió durante estos últimos años pero que se remonta más atrás, porque lo que viene será más complicado aún. 

Si no encuentro otro momento para escribir, que tengan todos un Feliz Año!

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