En el anterior post esbocé muy por arriba la situación de Argentina con esta pandemia. A esta altura, ya con el know how que lamentablemente dejó la experiencia en otros países, podemos pensar que la cuarentena no hizo mucho por atenuar el problema de la expansión del contagio sino que es apenas una herramienta para contener lo más que se pueda al virus mientras se fortalece el sistema sanitario y se potencia la capacidad de testeos, que no es otra cosa que la capacidad de una sociedad por tener información fresca y actualizada día a día de las poblaciones y regiones con alto contagio.
Con ya prácticamente 80 días de cuarentena podemos decir que en un contexto de expansión de casos en villas y barrios pobres, como el caso de Villa Azul en Quilmes y la villa José Luis Cabezas en Ensenada, con su posterior mutación en ghettos (futuro de muchos barrios similares en el AMBA), con la economía virtualmente destruída y empresas quebradas o diezmadas en su producción, con el sistema sanitario privado al borde del colapso y la población con hambre y desocupación en aumento, podemos decir que la cuarentena fué aquí conceptualizada como un fin en sí mismo y sin un plan B. Los testeos aumentaron pero en un porcentaje claramente menor a lo que hace el resto del mundo y la región, lo que hace pensar en dos escenarios optativos en el obrar del gobierno que resultan o de una malapraxis tremenda e irresponsable o de una perversidad que se atiene a un plan cuyos fines no conocemos (una tercera opción es que sea todo esto junto): el fracaso de la cuarentena como fin en si mismo hace pensar en una sumatoria infinita de errores (que el coronavirus no llegaría, que los testeos no eran esenciales para contener el contagio, que la cuarentena permitiría por sí sola "aplanar la curva", que la centralidad de la economía es egoísta, que la salud pueda percibirse como un problema que no requiera de otras variables, que un consejo asesor deba estar integrado solamente por epidemiologos/infectologos, que los alimentos en los ghettos los manejen las organizaciones sociales, etc, etc.) o en un plan con el unico fin de ganar tiempo para liberar presos, hacerse del aparato institucional de justicia, seguridad e inteligencia e intentar (esto siempre será una apuesta en un país deficiente en muchos sentidos, pero con un esquema básico democrático) permanecer en el poder sobre la base de una reforma constitucional que habilite cualquier jugada que el FdT crea conveniente, ademas de convertir la economía en estado-dependiente. El esquema venezolano o cubano adaptado a nuestra idiosincracia.
Cualquiera de estas opciones es pésima para el país, si bien la segunda tiene el "agravante" de ser un golpe tremendo al país que, con miles de errores e injusticias, podemos vivir en libertad y con derechos indelegable e incluso aspirar a mejorar.
Una vez más, como en un deja vu, estamos obstaculizados en un espejismo de ideas absurdas, debates estériles y sin sentido, ánimos caldeados y sin atisbo de lógica racional mientras el país se fragmenta por territorios y las administraciones entran en pánico, cerrando sus distritos y cercenando derechos de sus ciudadanos ante la aparición de algún que otro contagio, incapaces de elevarse para adoptar alguna mirada mínima de sentido común que pueda brindar alguna alternativa a esta dinámica destructiva en la que este gobierno nos metió. Por eso la carta firmada por 300 personalidades, donde se adopta el ahora famoso neologismo "infectadura" fue eficaz para instalar otra mirada, al presionar para que el gobierno de AF-CFK se defina o brinde alguna señal sobre las graves acusaciones esgrimidas en su contenido de las cuales la más grave es el que la democracia está en peligro, como nunca antes desde el regreso de la democracia en 1983.
El país que nos va a dejar la postpandemia de continuar esta lógica será irreconocible y su estado de salud muy deficiente para combatir los peligros de una facción radicalizada que pretende cambiar "de raíz" las reglas de juego democráticas y económicas.
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