lunes, agosto 31, 2020

Y ahora qué?




Me resulta harto dificultoso escribir sobre la realidad de Argentina. Como en algún momento desarrollé en un posteo anterior, ante el resultado de las elecciones de agosto que se reconfirmó en octubre de 2019, el país ingresó en un proceso disruptivo a varios niveles. Uno esperaba que el nuevo escenario irrumpiera poco a poco a medida que la nueva administración mostrara gradualmente sus políticas, pero el escenario de la pandemia "obligó" al gobierno a mostrar su zeitgeist de forma cruda a partir del establecimiento de la cuarentena en la segunda mitad de marzo de 2020. 

Hoy en día, con 160 días de confinamiento a nuestras espaldas, las deficiencias acumuladas en el abordaje de la pandemia sumadas al cuasi estado de sitio con las prohibiciones mediante DNU de las reuniones sociales y al sojuzgamiento de la ciudadanía mediante el cercenamiento de los derechos y del discurso del miedo y de culpabilidad por los contagios a los comportamientos inadecuados de los ciudadanos conforman una forma de gobernar sumamente autoritaria. Sumado a esto, la puesta en freezer del poder judicial y la existencia limitada en la virtualidad del Congreso expresan una voluntad de gobierno que se siente cómoda en una estructura de poder que no alcanza a ser republicana. Esto sin mencionar la inaudita formula de gobierno, que muestra en el sillón de Rivadavia a un "jefe de gabinete" de la vicepresidenta, verdadera mandamás en el Gobierno, lo que genera una erosión veloz de la palabra presidencial y de su figura ante los ciudadanos, ya que asume más que nada la función de vocería de gobierno sumamente contradictoria, al no tener capacidad decisoria y al confundir las funciones de operador político con la de presidente sin que se le mueva un pelo. 

En este escenario, el intento de expropiación de Vicentín mediante DNU presidencial y la tentativa de reforma judicial muestran que el escenario inédito y trágico para el país es encarado por este gobierno como una oportunidad para imponer una agenda y lograr de forma express la impunidad de la vicepresidenta, acorralada por diversas causas que avanzan en la justicia y para imponer medidas económicas que marquen un nuevo equilibrio en la capacidad de la administración para controlar aquellos sectores que por su dinamismo son los que más inciden económicamente en el desarrollo del país como es el sector agropecuario. Una agenda alejada de forma total de la actual tragedia que viven millones de ciudadanos pero que por la naturaleza de la alianza que está en el poder resulta sumamente necesaria para su supervivencia. 

Ni digo nada que nadie sepa cuando recuerdo que además de la angustia por las quiebras masivas de empresas, pymes y emprendimientos diversos, se suman las depresiones por el encierro y la profundización de patologías ante la incertidumbre que nos depara el (discurso del) confinamiento. El sentido común obligaría a articular el cuidado de la salud ciudadana con el sostenimiento de la economía que demostrarían un pragmatismo de acción necesario en el manejo de la salud y de la economía pensando en el futuro del país. Pero el discurso del miedo se conforma a partir de una concepción cuasi mesiánica, purista e idealista, de la vida como "respiración" y "latidos" y que es esta vida - planteada de forma opaca como un valor moral sumamente conservador -  la que hay que cuidar más allá de cualquier práctica a la que esté asociada. Este discurso intenta sortear de la agenda de la discusión los grandes interrogantes sobre el confinamiento y la forma de encarar la pandemia: dimensiones de la vida real y cotidiana y por ende, dimensiones arbitrarias y políticas, es decir, sujetas a evaluación de la ciudadanía. Además, dicho discurso se expande a otros ámbitos, donde las alianzas del gobierno son más escandalosas y sus repercusiones mas lamentables, como la Educación donde presenciamos impávidos las reacciones atávicas de los gremios docentes en contra de una vuelta a clases - con los cuidados del caso - para aquellas poblaciones donde los niños que han perdido absolutamente el lazo con la escuela durante estos meses de confinamiento, producto de decisiones políticas de este gobierno. 

En este escenario, la incertidumbre por el propio confinamiento y por las consecuencias económicas y de todo tipo, con un gobierno que ha demostrado que está dispuesto a imponer su propia agenda partidaria (de su alianza) por sobre la problemática que plantea esta crisis histórica y que asume comportamientos autoritarios marca un presente altamente impredecible que esperamos vuelva a cierta normalidad. Suena a deseos... Ojalá la realidad demuestre mi ingenuidad. 

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