viernes, septiembre 17, 2021

Elecciones y crisis institucional

Argentina, una vez más, no da respiro. El país se encuentra en una odisea de acontecimientos que profundizan día a día una crisis institucional inédita desde la vuelta de la democracia. La raíz o causa inicial de la misma fue el resultado inesperado de las elecciones PASO del domingo 12 de septiembre pasado, que puso a la coalición gobernante del Frente de Todos en una derrota histórica contundente e inesperada frente al la alianza Cambiemos, liderada por el PRO, el partido fundado por el ex presidente Macri, la UCR y la Coalición Cívica. 

El resultado se asoma difícil de revertir y pone a la coalición de gobierno al borde de la ruptura. Recordemos que Alberto Fernandez, actual presidente, fue elegido por la vicepresidenta Cristina Fernandez de Kirchner como candidato a la presidencia con el objetivo de convencer a la ciudadanía más ubicada en el centro político, que estaba desilusionada por los resultados económicos de la administración del entonces presidente Macri, de que la vuelta al poder del kirchnerismo sería en el marco de una gestión más moderada ideológicamente y centrada en la mejora de la economía diaria de los argentinos. La elección de un hombre que había participado de la construcción del kirchnerismo a nivel nacional - el actual presidente fue Jefe de Gabinete durante la presidencia de Néstor Kirchner y de parte de la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner - pero que se había alejado repartiendo críticas hacia las figuras del kirchnerismo de aquel entonces, le permitió a la actual vicepresidenta enviar señales hacia la sociedad de que el nuevo kirchnerismo vendría más aggiornado. "Volvimos mejores", rezaban los slogans de campaña del actual oficialismo. 

La jugada de la viuda de Kirchner era audaz e inesperada, pero se basaba en una inquietud de fondo: las causas de corrupción que la involucran a ella y a sus hijos, y que avanzaban en los juzgados federales del país. En el mismo sentido, durante la administración de Macri, varios funcionarios, empresarios y/o testaferros que conformaban la red de poder y corrupción de los gobiernos kirchneristas afrontaban juicios, eran sentenciados y encarcelados o se encontraban en prisión preventiva. De manera que la urgencia y la creatividad para construir la candidatura (una vicepresidente con mayor poder político y legítimo que el presidente) obedecía no sólo a un proyecto de poder sino a una serie de objetivos acuciantes y urgentes para su supervivencia: la desactivación de las causas judiciales que amenazaban a ella, sus hijos y a sus socios políticos. Estas fueron las condiciones para la consolidación de la fórmula que llevó a Alberto Fernández al poder y a Cristina Fernández a la vicepresidencia. La ex presidenta necesitaba un candidato que le permita alcanzar al electorado reacio a sus modos y discurso y Alberto Fernández fue el elegido. Un Fernandez sería la cara visible de la gestión mientras el otro en segundo plano se encargaría de ir desactivando una por una, mediante la presión constante y el avasallamiento sobre el Poder Judicial, las variadas causas que la tenían como protagonista principal. El objetivo se cumplió a medias. Hoy en día son pocos los ex funcionarios kirchneristas cumpliendo sentencias, sin embargo el objetivo principal de desactivar las causas sobre la vicepresidenta aún no está definitivamente resuelto y la causa de la Ruta del Dinero y el Memorándum con Irán siguen en pie. 

Es sobre este escenario que debe entenderse la crisis que el resultado de las elecciones desencadenó en la coalición gobernante y que amenaza con configurar una crisis institucional inédita y peligrosa para el país. Si los números de las elecciones PASO se confirmaran en las elecciones próximas de noviembre, el Frente de Todos, es decir, la coalición gobernante perdería la mayoría propia tanto en la Camara de Diputados como en la de Senadores, conformando un escenario inédito desde la vuelta de la democracia en 1983. El peronismo nunca gobernó durante estos años con minorías en ambas cámaras, su aspiración ha estado siempre sustentada sobre este respaldo institucional, cuyo correlato discursivo es el de ser la voz del pueblo y de los pobres. En un país con instituciones tan frágiles y dependientes del poder político como Argentina, el resultado de las elecciones motoriza un movimiento tectónico en las resortes del poder que todos los actores institucionales del país (juzgados, organismos, camaras, empresarios,periodistas, etc.) saben leer con atención. Esto, por supuesto, tira por la borda los fundamentos bajo los cuales se construyó la actual coalición: la impunidad. La inquietud mayor de la ex mandataria es terminar en la cárcel junto a sus hijos. Con la derrota histórica, Cristina Fernández de Kirchner necesita de forma urgente relanzar el gobierno como una manera de descargar la culpa sobre la actual presión del presidente y al mismo tiempo tomar un control más ferreo (aún) sobre la actual gestión. 

De manera que la puja de poder entre la vicepresidenta y el presidente resulta difícil de preveer y profundiza el desafío ya difícil de poder revertir los resultados, ante este escándalo que día a día nos ofrece un nuevo capítulo. 

ELECCIONES: NUEVO ESCENARIO, NUEVOS ACTORES

Además del nuevo escenario que trajo las elecciones PASO del 12 de septiembre, la novedad también reside en la gran cantidad de votos que recibieron los representantes del liberalismo, tanto Javier Milei como Ricardo López Murhpy. Ambos presentaron sus candidaturas para las elecciones PASO de la Ciudad de Buenos Aires, acumulando entre ambos casi el 25% de los votos en el territorio. Milei se presentó a través de su partido, La Libertad Avanza, y obtuvo un 14% de votos, mientras que Lopez Murphy cosechó un 11% en la interna de Juntos por el Cambio, la coalición que representa al oficialismo en la Ciudad y al que pertenece el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta. 

Con este panorama, Javier Milei emerge como la novedad política en el ámbito porteño. Las señales fueron varias pero su último acto de campaña en el legendario Parque Lezama fué multitudinario y aumentó las expectativas de cara a las elecciones. Los desafíos de su partido y de su figura son grandes: la representación de diferentes intereses en el marco de su propuesta, que se enmarca en un liberalismo que aún tiene que aclarar la naturaleza de sus propuestas en el trabajo de campo estrictamente político. En el mismo sentido, su figura mediática, y sus afirmaciones anti sistema en relación a la clase política y al entramado estatal-institucional del país, aumenta los interrogantes sobre cuáles serán sus propuestas ante su prácticamente asegurado acceso al Congreso. 

El crecimiento de su imagen y la cantidad de votos que acaba de cosechar su partido, La Libertad Avanza, es una novedad política importante en un escenario tan polarizado y ante un movimiento político con tanta carga ideológica como es el kirchnerismo, una ensalada que mezcla recetas del peronismo más ortodoxo, con un setentismo que se nutre tanto de la mitología de los Montoneros como del castrismo más rancio y que encuentra en el Socialismo del siglo XXI un compañero ideológico de ruta. 



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